Belén
La etapa comprendida entre los siglos X y XV d.C. en el Noroeste argentino es conocida como Período Tardío o de Desarrollos Regionales. Esta es una época de profundas transformaciones, caracterizada por el aumento en la producción agrícola mediante el desarrollo de sistemas de irrigación artificiales y el uso intensivo de las tierras. Este proceso trajo aparejado un incremento demográfico y la concentración de las poblaciones, con lo cual a los patrones de asentamiento aldeano (propios de épocas previas) se suman nuevas modalidades entre las que se destacan los grandes poblados en altura, algunos de ellos fortificados, denominados pukaras. Al mismo tiempo, se produce la configuración de organizaciones políticas más complejas que tendieron a expandir sus fronteras territoriales y su dominio efectivo sobre la tierra, dando lugar a entidades sociales que entraron en competencia con otras organizaciones semejantes. En dicho contexto cobra importancia la guerra por la exclusividad en el control de los recursos y las vías de comunicación regional. Se complejizan las relaciones sociales, con una acentuación de la desigualdad evidenciada tanto en la organización del trabajo como en la distribución y el consumo de bienes.
Para este período del desarrollo del Noroeste Argentino los arqueólogos han identificado distintos grupos humanos asentados en diferentes núcleos de esta región. Estas unidades políticas diferenciadas (entre las que se destacan Belén, Santa María, San José, Sanagasta, entre otras) han sido postuladas fundamentalmente sobre la base de las características estilísticas, principalmente de su alfarería y de la iconografía plasmada en distintos soportes.
En el caso de la entidad denominada Belén, su centro principal estuvo radicado en el valle de Hualfín (provincia de Catamarca) que fue su área de mayor complejidad y jeraquización; desde allí se expandió hasta el valle del Abaucán, hacia el oeste, y Andalgalá, hacia el este, también en la provincia de Catamarca. Belén ha sido caracterizada en función de su patrón de asentamiento, tecnología agrícola y prácticas funerarias y se sitúa temporalmente entre el 1100 y el 1480 d.C. Distintos investigadores consideran que Belén fue una jefatura compleja que involucró más de una instancia de control económico-político, se habría tratado de un señorío o cacicazgo con una jerarquización de poblados.
Consideran que en sus orígenes, hacia el 1100 DC, Belén estuvo organizada como un conjunto de aldeas dispersas donde habrían residido varias familias en estructuras de tipo casa-pozo. Alrededor del 1370 DC éstas se integraron en un señorío dentro del valle de Hualfin donde se observa un cambio en el patrón de asentamiento hacia el establecimiento de aglomerados poblacionales vinculados a infraestructuras agrícolas. Parte de la población se agrupó en centros ubicados en la cúspide de cerros o en mesetas con fines defensivos (tipo pukará) tales como Loma Negra de Azampay, cerro Colorado de la Ciénaga de Abajo, Puerta de Corral Quemado y Eje del Hualfín. Dentro de estos sitios se observan diferencias de tamaños y concentración de habitaciones que podrían evidenciar una jerarquía representada por poblados más importantes habitados por líderes, sus familiares y aliados. Otra parte de la población, tal vez la menos favorecida, se ubicó en áreas más bajas, dedicadas fundamentalmente a la explotación agrícola. Luego de esta etapa de integración se habría producido una de expansión cultural y territorial hacia zonas aledañas: el valle de Abaucán, la Puna catamarqueña y bolsón de Andalgalá. Con la llegada del imperio incaico se habría producido la desintegración y disolución de la cultura Belén
El desarrollo de la agricultura hidráulica durante el período de Desarrollos Regionales permitió generar excedentes que se almacenaban en distintos tipos de estructuras entre las que se destacan depósitos bajo el nivel del piso, denominados “colcas”. Los cultivos principales comprendieron fundamentalmente maíz, porotos, maní y zapallo. Practicaron la ganadería de camélidos –llamas– de forma intensiva, tanto para el consumo de su carne como para la utilización de su lana para fabricar textiles; estos animales también fueron usados como bestias de carga en caravanas que recorrieron el área Andina procurando una diversidad de mercancías provenientes de distintos ambientes y conformando un sistema de intercambio de larga distancia. Las actividades de subsistencia fueron complementadas por la caza de animales y la recolección de algarroba y los frutos del chañar.
Las sociedades Belén utilizaron la aleación del bronce, además del oro y la plata, para la obtención de objetos suntuarios y ornamentales, tales como brazaletes, anillos, colgantes, pinzas depilatorias y campanillas. También produjeron herramientas para trabajos especializados, como hachuelas y variados tipos de cinceles para el repujado y la talla de la madera. Tanto en Belén como en Santa María (que se desarrolla contemporáneamente, pero cuya localización corresponde a los valles Calchaquíes, Yocavil y zonas aledañas) se destacan las campanas metálicas decoradas con serpientes bicéfalas y chinchillones, a veces combinadas con caras humanas. Este complejo ceremonial, que probablemente estuvo vinculado a sacrificios humanos y de animales, se completó con hachas que en su mango llevaban grabados de grecas y rostros.
En la cerámica Belén se destacan las urnas y cuencos decorados en negro sobre fondo morado. Las primeras, que tuvieron funciones tanto funerarias como domésticas, son vasijas de ancho cuello y de poca altura que se caracterizan por un contorno compuesto por tres secciones: una base en cono, un cuerpo ovoide y un cuello evertido. A cada una de estas secciones corresponde un panel horizontal: en la base presentan líneas onduladas; mientras que el cuello presenta paneles con motivos geométricos de triángulos, espirales, escalonados o dameros; el cuerpo central puede presentar motivos geométricos o representaciones de serpientes; también puede estar ocupado por una cara de rasgos humanos, modelada con cejas, nariz y ojos por medio de tiras de arcilla en altorrelieve. Algunos autores consideran que estos rostros no representan humanos sino lechuzas. Las escudillas que se usaban como tapa de las urnas o para otros fines rituales o domésticos solían llevar, en su cara interna, la representación de batracios o de chinchillones.
También debió haber estado muy desarrollada la tejeduría en lana de camélidos, a juzgar por algunos textiles conocidos que llevan guardas con grecas. En madera circularon varias clases de instrumentos utilitarios tales como los "cuchillones" y las palas para tareas textiles, así como otros vinculados con rituales, como las tabletas para la absorción de polvos alucinógenos que fueron talladas en forma de animales, como el quirquincho, o con uno a tres personajes en el mango.