Condorhuasi
Los grupos humanos que produjeron los restos materiales que han sido denominados Condorhuasi se desarrollaron entre los años 200 a.C. y 500 d.C., momentos que corresponden al denominado Período Temprano o Formativo inferior. Ocuparon principalmente el valle de Hualfín, en la provincia de Catamarca, pero su influencia se extendió también por La Rioja, Tucumán y Santiago del Estero.
Estos grupos aldeanos basaron su economía en la agricultura y la cría de llama, complementado con el tráfico caravanero para el intercambio de productos tanto suntuarios y rituales (como sustancias alucinógenas, instrumentos de metal, tallas de piedra, cerámica, plumas, etc.) como también de elementos de consumo (como sal, carne, vegetales, tejidos, etc.). Estas relaciones alcanzaron regiones tan distantes como San Pedro de Atacama en Chile.
Poco es lo que se conoce acerca de las características de sus poblados, aunque es posible que sus habitaciones hayan estado construidas con materiales de la tierra, de tapia o adobe.
Su organización social debió haber estado establecida sobre grupos familiares relacionados por parentesco, aunque debió existir también cierta especialización artesanal, aunque sea con dedicación parcial, para la realización de trabajos en metales, lapidaria y cerámica.
Núñez Regueiro considera que estas poblaciones habrían estado religiosamente subordinadas a los centros ceremoniales Alamito, ubicados en el Campo del Pucará, provincia de Catamarca. Considera a los sitios Alamito como las expresiones cúlticas de Condorhuasi, por lo que denomina a esta “cultura” Condorhuasi-Alamito. Según esta interpretación, entre estos centros de culto y otros asentamientos de filiación Condorhuasi se habrían establecido relaciones de contacto (a través del intercambio directo o por el caravaneo de llamas de bienes suntuarios) y de subordinación. De esta manera, el culto, que en principio estaba organizado a nivel familiar, se fue centralizando y haciendo cada vez más complejo. Estos centros ceremoniales habrían coordinado aspectos religiosos, sociales, económicos y políticos de distintas aldeas sin la necesidad de que existiera algún aparato formal de represión.
El comportamiento mortuorio de los grupos Condorhuasi se caracteriza por el entierro directo en pozos, con o sin cámara lateral, en tumbas individuales o colectivas que pueden o no contener ajuar, el cual muestra diferencias en cuanto a su número y calidad. Se han recuperado ofrendas de llama, cerámica suntuaria, adornos de oro y figuras zoomorfas, entre otros. También se han registrado escasos entierros de niños en urnas funerarias.
Las diferencias registradas en las ofrendas funerarias sugieren la existencia de algún grado de diferenciación social, lo cual, sumado a la existencia de centros ceremoniales y de cierta especialización artesanal, llevan a Núñez Regueiro a sugerir que Condorhuasi constituyó las bases para el posterior surgimiento de sociedades de jefaturas o señoríos.
Condorhuasi alcanzó un alto desarrollo artístico en el que se destacan las esculturas en piedra y la cerámica modelada y decorada. Entre los primeros se encuentran platos, fuentes, morteros, manos y hachas tallados con figuras humanas y zoomorfas entre las que se destaca el felino. Se destacan los morteros o fuentes votivas de tipo antropomorfo; éstas poseen un recipiente cuadrado o redondo, a veces con patas, y en un extremo una figura felinifome. Otros casos tienen figuras zoo o antropomorfas talladas en el borde, o de serpientes con piel de felino. También manufacturaron cabezas humanas, menhires y las famosas esculturas denominadas “suplicantes”. Estas últimas piezas proceden de un área circunscripta localizada entre las provincias de Tucumán y Catamarca, y están relacionadas con los centros ceremoniales de Alamito. Se considera que estas esculturas representan figuras humanas que presentan brazos y piernas en forma de arcos perforados y que en su mayoría presentan la cara mirando hacia arriba, en aparente actitud de súplica, de ahí la denominación de “suplicantes”. Es innegable su carácter simbólico y ritual.
Entre los adornos personales de piedra se destaca el tembetá, que es un pequeño cilindro de piedra que pasaban por un orificio practicado debajo del labio inferior, este tipo de adornos puede observarse también en los vasos antropomorfos de cerámica. Fabricaron también cuentas de collar en turquesa o lapislázuli.
En cuanto a la cerámica, las formas y decoración son variadas. Entre los tipos ordinarios, se destacan piezas lisas o con decoración de líneas incisas verticales onduladas. Entre la cerámica fina se destacan jarros de superficies pulidas con incisiones gruesas que conforman motivos geométricos simples, tales como rombos, triángulos, ángulos alternos y cruces incisas, que pueden estar bordeados o rellenos de puntos. Otras piezas, de gran calidad, cuyas formas más comunes son jarros y recipientes modelados que representan figuras o cabezas humanas (interpretados como cabezas-trofeo) están pintados en rojo y negro con motivos geométricos sobre un fondo amarillento. También existen vasos modelados antropomorfos, zoomorfos o zooantropomorfos, pintados con diseños geométricos blancos o negros y blancos, sobre fondo rojo. El tipo más conocido, aunque no el más frecuente, corresponde a la representación de figuras humanas sentadas o gateando cuya superficie externa es de color rojizo y presenta diseños geométricos en negro y blanco. Una de las características de las piezas Condorhuasi son las extrañas figuras de cuerpo alargado cónico como zepelín y cuello esbelto, que hacia la base tiene una cara en relieve con boca y pico de apariencia ortitomorfa. Evidentemente estas piezas debieron estar destinadas al ritual fúnebre, puesto que no pueden tener un fin práctico y sólo se halla en las tumbas. También se fabricaron en cerámica instrumentos musicales como ocarinas y silbatos.
Es indudable que tanto en piedra como en cerámica, Condorhuasi hizo un verdadero culto de la forma. Es muy común que se representaran en piezas de alfarería individuos sentados de cuerpo robusto, anchos hombros, piernas cónicas abiertas y profusas pinturas corporales. En general, con los miembros reducidos a salientes bulbosas redondeadas o esféricas, dispuestas simétricamente o desplazadas voluntariamente de sus posiciones naturales, nos revelan un extraño sentido del volumen.