Ropitas de acuarela

Hace unos años comencé a confiar en las manos como ojos. Sentir con la piel nos habla tanto del entorno como ver u oler.

A la hora de dibujar, pintar, soldar, las manos pueden ejercer las más sutiles presiones o ser agresivas, fuertes en el gesto.

En la era digital nuestros dedos se pasean por superficies transparentes que ofrecen poca resistencia. Sin embargo al trabajar con la materia, nuestras manos encuentran un rico territorio de diversas texturas y resistencias, se ensucian, aprenden del tacto.

Este aprendizaje es previo a la palabra y por ende al razonamiento, creo que ese conocimiento nos acompaña y es una fuente de sabiduría.
Me gustaría hablar de la disposición de las manos al pintar con acuarelas. Se trata de una técnica donde interviene el azar, dada la fusión del pigmento con el agua, ocasionando manchas que se secan en un proceso no del todo controlado. A la hora de agarrar los pinceles es necesaria cierta firmeza y decisión, sumado a la capacidad de relajar la mano para fluir con el medio. Con breves toques podemos causar contundentes manchas de color, que el agua se encargará de distribuir.

Nuestras manos deben estar preparadas para entrar y salir del papel con la misma facilidad. Para ello es necesario una disposición muscular parecida a la que puede haber en la práctica de yoga, relajada pero no lánguida, firme pero no rigida.

Comparto algunas imágenes de una serie de acuarelas que comencé en 2019, titulada Ropitas. Encontré en estas combinaciones aleatorias de color, un motivo inesperado para la acuarela.

Autxr artículo: 
Julián Pesce
Fecha de publicación: 
18/Jun/2020
Revista Mes: 
Junio