En búsqueda de un viaje hacia el encuentro con los sentidos.

En las vacaciones de invierno de 2019, decidí emprender uno de los viajes que más enseñanzas me dejó. Necesitaba el contacto con la naturaleza cálida después de un invierno gris y cruel. Fui a buscar un universo de hojas y colores.
Me subí a un micro sin saber bien cómo era mi destino, pero también con pocas expectativas. 19 horas me esperaban hasta llegar a Asunción del Paraguay. Esa era mi primer parada.
Quise naturaleza, selva, ñanduti. No sabía por qué el cuerpo me pedía estar ahí. 2 días en Asunción. Jornada para destacar, la vista al Museo de barro donde pude observar el registro de sus piezas, sus textiles y la charla-conversatorio de Suely Rolnik.
Después, emprendí viaje rumbo a Aregúa, a unos pocos kilómetros de Asunción. Una bella y pequeña región junto al lago Ypacaraí. Un territorio opuesto a Asunción, con las características y construcciones coloniales. Al llegar me sorprendió el colorido y el verde intenso de la vegetación. El clima era aún más cálido y los vestigios de selva se dejaban entrever. Los puestos de las ferias en las calles, que exhibían desde tejidos o atrapasueños de ñanduti, cerámicas y la infaltable frutilla con crema; eran un punto atractivo y a la vez era imposible no detenerse ante tanto colorido.
Esos días de descanso físico, ya que Aregúa es bastante pequeña en extensión, me permitieron incorporar los pequeños detalles y observar minuciosamente cada rincón y recoveco oculto ante la mirada distraída que acompaña en general a las ciudadanos capitalinos. Pude captar variedad de vegetación y, en ese registro visual, grabé en la memoria muchos fragmentos de ese territorio que mi cámara fotográfica no alcanzó a describir.
Cuando regresé a Buenos Aires tras diez días de viaje, seguí con la sensación de incomprensión del recorrido. Aún me eran ajenas las conclusiones que llegarían unos meses después con la necesidad y la urgencia de elaborar una obra artística visual que abordara la naturaleza, la selva, su vegetación y fauna y una mujer en el centro de este esquema territorial.  
 

Valeria Zabala
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