Siempre trabajé con mis manos, pintando, haciendo esculturas en el profesorado de arte, tejiendo, cosiendo, diseñando digitalmente con la computadora y demás labores y hoy por hoy me doy cuenta de lo autónomos e independientes que podemos ser con nuestras manos. Trabajo mental, espiritual y a su vez compañeras de un momento tan particular como el que estamos viviendo.  Hace unos años la tierra me pedía ser tocada, o mis manos pedían tocar tierra y conectarse con esta fuente de energía. Comencé plantando flores, conectando con el jardín de mis abuelos.  Ellos siempre cultivaron la tierra. La energía de ellos todavía se siente en el ambiente. Aquel hilo me fue llevando a querer iniciar una línea de cosmética artesanal natural. En plena cuarentena, dentro del espacio en el que puedo sentirme segura, encuentro que el cotidiano está lleno de cosas sustentables para crear una variedad de cosas para alimentar nuestro cuerpo desde la piel.

Reciclar aceite de cocina para crear jabones es una de las cosas que más satisfacción me dio, porque a su vez es aportar un granito de arena para no contaminar y desechar ese aceite como si fuera un desperdicio, darle otro valor a lo que nos rodea.