Eventos que nos unen, eventos que nos conectan
Fines de junio del 2019, se acerca un eclipse solar. ¿Qué tiene de particular? Que ocurre sobre suelo argentino.
Vivo con mi mamá, mi hermana y mi papá, este último personaje tiene la particularidad de ser aficionado en muchas cosas, gustos que suele contagiarme. Entre todas las cosas que le despiertan la curiosidad a papá, una de ellas es la astronomía, siempre es tema de conversación y siempre que viajamos saca alguna foto del cielo. Su interés por los astros fue el motor para el viaje que realizamos todos juntos a San Juan a mediados del 2019 para ver el eclipse.
Salimos de aeroparque el 29 de junio. Al llegar al aeropuerto de San Juan ya se podía sentir que íbamos a vivir algo grande. En la cinta, mientras esperábamos la única valijita que nos habíamos llevado, veíamos con papá cómo desfilaban grandes equipos fotográficos y telescopios. “Mirá ese telescopio vino de Canadá” me dice papá, “¿Hay gente que viaja desde la otra punta del mundo para ver esto?” le pregunto, “Mas vale”, me responde.
Tras un largo análisis de la franja donde se veía el eclipse en totalidad, papá definió a dónde íbamos a ir a verlo: a un pueblito a 175km de la Ciudad de San Juan llamado Iglesia. Fuimos a una posada a pasar el día. En el quincho/comedor se escuchaban muchísimos idiomas. Todas esas personas de distintos lados eligieron específicamente este lugar para ver el eclipse.
A eso de las 16:20 nos sentamos los cuatro en filita a mirar el sol, uno al lado del otro, como si estuviera por empezar el estreno de una película. Nos pusimos los anteojitos especiales y esperamos.
A medida que pasaba el tiempo iba bajando la temperatura, se levantaba viento, los animales de alrededor se alteraban un poco y la luz iba bajando su intensidad, pero no de la misma manera que al atardecer. Sí, todo eso pasa cuando la luna empieza a tapar la principal fuente de luz y calor de nuestro planeta. De un momento a otro se hizo de noche, nos sacamos los anteojos y ahí estaba, el famoso acontecimiento, el eclipse solar.
Un anillo de luz que nos tenía encantados a todos. Algo tan esperado y a la vez efímero, sólo duró dos minutos y medio, lo suficiente para que esa imagen quede grabada en la memoria de los que estábamos presentes. Y ahí entendí la emoción que venía acumulando mi papá. Pasados los dos minutos y medio el sol se empezó a despejar nuevamente y empezaron los aplausos. Celebramos algo natural como si fuera un acto de magia aun sabiendo que la naturaleza es una de las cosas mas valiosas de nuestro mundo. ¿Cómo se vuelve de tanta euforia? La cena post eclipse fue en el quincho/comedor, vino, empanadas y mucha gente de todos lados reviviendo lo ocurrido, compartiendo fotos y anécdotas. Un evento natural nos reunió, que se repita.
Año y medio después, 14 de diciembre de 2020, entre pandemia y fin de año volvía a suceder un eclipse en suelo argentino, pero esta vez en el sur del país. Bajo estas nuevas circunstancias nuestra idea de viajar no se concretó, pero eso no nos impidió desempolvar los anteojitos especiales para ver el evento desde Buenos Aires, desde el balcón con mi hermana y mensajeando con mis padres mientras ellos estaban en la autopista.
Este año en Capital, el eclipse se vio un 73%, es decir que no vimos como se hacia de noche, pero si sentimos la baja temperatura, la luz tenue y a los perros un poco alterados.
Desde el balcón vi la terraza de enfrente y había mucha gente mirando al cielo. Algunas personas salieron a la calle a mirar. Los obreros de una construcción de mi cuadra estaban laburando y de a ratos pispeaban a ver qué onda. Es tremendo como cada uno mira al cielo desde su lugar. También es tremendo ese sentimiento de unión tan solo por mirar al cielo. Hay un algo especial en estos fenómenos, probablemente lo únicos e insólitos que son, pero creo que también hay una cuestión ambiental y energética que no pasa desapercibida.
El próximo eclipse solar cerca nuestro es en la Antártida el año que viene, muy cerca del polo sur… Solo queda esperar a ver qué es lo que el futuro nos depara.